Bajamos la calle medianamente rápido hasta llegar al tramo de la carretera en el que se
cruza la línea del tranvía. Ninguno de los dos había dicho nada durante todo el
trayecto. Pronto aprendí que Fred bien podía ser la persona más abierta del
mundo, bien la más callada. No estaba segura de si él se daba cuenta de esto,
pero lo cierto es que transmitía cierta contrariedad en todo lo que hacía. Una
nunca podía estar segura de cuáles serían sus sentimientos o el modo en el que
respondería a ciertas situaciones.
-Mira,ya viene por ahí- comenté, señalándolo. Estaba al final de la avenida,
acercándose a nosotros a toda velocidad. Hice ademán de apresurarme, pero Fred
me lo impidió, agarrándome de la muñeca.
-Aun no.
Está demasiado lejos.
Fred no rebajó la presión sobre mi mano. Cinco o seis segundos después, me la apretó
con más intensidad y chilló.
-¡Ahora!
Tiró de mí con fuerza. El tranvía estaba a menos de diez metros de nosotros. Ladeando
levemente la cabeza, pude ver su morro metálico a punto de abalanzarse sobre
nuestros cuerpos.
-¡Esto es de locos!- bramé mientras corríamos, dando grandes zancadas. Yo no podía
dejar de pensar en que de un momento a otro tropezaría con los cordones y
acabaríamos bajo aquel coloso gris.
Noté el aire cortándose violentamente a la altura de mi oreja. Escuché un FFSSSSSS
agudo y penetrante y alguien que gritaba <<¡Cuidado!>>. Cerré los ojos. Fred volvió a tirar de mí.
Todo mi cuerpo temblaba, el corazón me latía a trescientas pulsaciones por
minuto.
Permanecí quieta y silencio durante varios segundos. Luego suspiré y dirigí la vista a
mis zapatillas de deporte. Al girarme, pude observar cómo el vehículo se
alejaba.
-Si te mueres- le dije a Fred-, le diré a tu madre que eres un suicida.
Continuó nuestro camino con una sonrisa de medio lado. Otra peculiaridad en él era que no enseñaba mucho los dientes, a pesar de que no eran considerablemente grandes. Sus labios siempre se curvaban al sonreír, pero nunca se separaban.
-Y si te mueres tú- me respondió limpiándose las gafas con la manga de su americana
negra-, le diré a la tuya que fue un desafortunado accidente. Esas cosas pasan.
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