sábado, 14 de abril de 2012

Things that make me happy

Sueño, sueño con la segunda vez que vi a Ilaria, dos semanas después de habernos conocido.

Yo estaba tocando en la calle. Unos meses atrás había comenzado a hacerlo y al recoger la funda de la guitarra siempre encontraba unas cuantas monedas que, como mínimo, me pagaban el vicio del tabaco.

Look at that

Here she comes

Here comes that girl again

One of the cutest since I don’t know when

But she don’t notice me when I pass

She goes with all the boys from outta my class

But that can’t stop me from thinkin’ to myself

She’s sure fine lookin’, man, she’s something else

Entonces la vi. Aquel día llevaba una sudadera verde de Abercrombie, zapatillas Converse a juego, vaqueros grises y el pelo recogido en dos trenzas.

Silbé fuerte para que me viera, pero ni se giró. Probablemente eso significaba que realmente sabía que yo estaba allí. Por otra parte, no pasaba mucha gente por la calle y yo estaba empezando a aburrirme, así que no habría estado mal matar el tiempo de alguna manera…

-¡Eh! ¡Romana! ¡Carolina!- continuó caminando como si nada. Unas grandes gafas de aviador me impedían ver sus ojos, pero yo estaba seguro de que era ella- ¡Romana!

Se giró lentamente y, para cuando tuve claro que me estaba mirando, le guiñé el ojo izquierdo con una gran sonrisa.

-¡Tú otra vez!- exclamó acercándose. Su expresión reflejaba un extraño sentimiento entre la alarma y la curiosidad- ¿Qué quieres ahora?

-¡Qué grosera!- fingí ofenderme- ¡Aun encima que te dedico una canción!

-Eres un tonto- sentenció apartándose unos cuantos mechones de pelo de la cara.

-Puede, pero has venido hasta aquí para comprobarlo por ti misma.

Ella se dio la vuelta y miró a un lado y a otro. Parecía que le diera vergüenza que la vieran a mi lado.

-Por cierto, no me llamo Carolina- profirió al fin.

-¿Ah, no? ¿Cómo, entonces? ¿Babi, Nikki?

-Ilaria. Mis padres no comparten gustos con Moccia.

-Encantado, Ilaria- le tendí la mano. Ella tardó un poco en estrechármela, como si tuviera miedo de que fuera a gastarle algún tipo de broma pesada-. Yo tampoco me llamo gilipollas, sino Paolo.

-Tanto gusto- sonrió asintiendo con la cabeza-. Ahora que hemos asentado las bases de nuestra amistad… ¿Puedo irme?

Me encogí de hombros.

-Yo pensaba invitarte a tomar un café, pero…

Alzó las cejas con sorpresa. ¿No se esperaba tanta generosidad por mi parte?  

-No, no, creo que voy a pasar…- negó dándose la vuelta de un saltito. Unas cuantas señoras que pasaban se quedaron mirando la escena con una mezcla de inquisición y marujeo.

-¡Hasta otra!- la despedí, y antes de que se alejara lo suficiente como para no poder escucharme, empecé a cantar- O Sole, O Sole mio… sta nfronte a te… sta nfronte a te…

Se paró justo donde se había quedado para luego dirigirse a mí con una nueva sonrisa grande y burlona.

-¿Sabes qué? Creo que sí voy a aceptar ese café, aunque solo sea para librar a los pobres transeúntes de tus canciones anticuadas.

Me reí guardando la guitarra en su funda y las monedas en el bolsillo derecho de mis vaqueros.

-Luceno’e llastre d’a fenesta toia…- continué haciendo gestos con la cara.

Acabamos sentándonos en la primera cafetería que encontramos. Aun era temprano, el Sol nos iluminaba consiguiendo clarear nuestros cabellos y nuestros ojos, proyectando extrañas sombras sobre nuestros cuerpos al pasar por debajo de algún árbol especialmente frondoso.

-Creía que no tomabas en serio a los lectores de Moccia- dejó caer una vez nos hubimos sentado.

-No me malinterpretes- le respondí apoyando la guitarra contra la mesa para que no se me cayera-, no os tomo en serio. Claro que eso no es razón para que no tomemos un café juntos. Pero… ¿No era yo un gilipollas?

-No me malinterpretes- me imitó mordiéndose el labio inferior-, lo eres. Claro que eso no es razón para que no acepte un café… además, eres la primera persona aquí con la que intercambio más de dos frases, así que no tenía mucho donde elegir… erais tú o el quiosquero.


Desde mi lugar favorito

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