domingo, 8 de abril de 2012

Soul meets body

Era una mañana de vainilla. Las mañanas de vainilla, toda la casa olía a esta especia y el mundo entero parecía teñirse de dorado, azul y blanco.
Muchas veces Camille estaba sola, a excepción de los enormes gatos de cerámica de su madre. Su madre era una gran amante de los gatos de cerámica en particular y de los mininos en general. Los Blind no eran una familia al uso. La señora Blind llevaba un pequeño hostal en la línea de la costa de Ramsgate, al sur de Inglaterra. Daba tan pocas ganancias que, de no haber sido por la deliciosa cafetería del piso inferior, se habría ido a pique hace ya mucho tiempo.
Camille compartía habitación con sus hermanas, Angelika y Oksana. Lo cierto es que las tres se avergonzaban de sus nombres. Para el mundo eran Angie, Callit y Okey. Margaret Blind se había valido del siguiente sistema para nombrar a sus hijas: Angelika era un nombre alemán, por lo que esperaba que su hija fuese trabajadora y tenaz; Camille, voz francesa, debía ser romántica y sofisticada; Oksana, la rusa, poética y luchadora. Menos con Angelika, se había equivocado de cabo a rabo.
Sus vecinos se referían a ellas como la rara, la enferma y la mona. Hacía ya tiempo que a Angie le habían quitado los aparatos y ahora llevaba lentillas (como si a una se la pudiera llamar rara únicamente por eso), Callit había superado el cáncer dos años atrás y Okey ya era lo suficientemente mayor como para permitir que la vistiesen con vestidos rosas y lacitos, pero los prejuicios de las personas son inamovibles.
Del padre no se hablaba nunca. Se había marchado mucho tiempo atrás, cuando las chicas Blind aun vivían en Birmingham, y pronunciar su nombre era sinónimo de malas caras y bufidos de gato.
Realmente, la familia Blind no era una familia al uso.

Corazón de mariposa

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